1 /5
Média de Avaliação
★
Vale, es barato, pero comer en la mili también era barato y la comida era parecida. Por otra parte en la mili no helaba en el comedor y en ese sí. Sabían que íbamos, ya que habíamos reservado con tiempo suficiente como para que deshelaran un poco el comedor, pero como sólo estábamos unas ocho personas pensaron que para qué iban a poner la calefacción, y no será por falta de radiadores. Total que se ve que a eso de las nueve plantaron un par de estufas de gas en lo que tiene pinta de que en tiempos fue una cuadra para veinte vacas... y a correr. Pero se da la circunstancia de que las vacas aguantan mejor el frío que nosotros pues veinte vacas se calientan unas a otras y nosotros acabamos cenando con el anorak puesto. No se si me explico. En cuanto a la comida... nada del otro mundo: los calsots, la olla aranesa, el conejo a la brasa, la butifarra, una crepe de carrillera fría (qué raro) y poco más. O sea, lo mismo que en el resto del valle de Arán, pero con tres grados bajo cero, con la bufanda puesta y en bancos corridos sin poder apoyar la espalda. Lo mejor para después de esquiar. Todavía no se me ha quitado el lumbago. No vuelvo.